Durante los últimos 500 años y, en particular, después de la irrupción plena del capitalismo hace más o menos 250 años, las fuerzas científicas, políticas y económicas se han retroalimentado dando origen a cinco revoluciones tecnológicas. En efecto, el capitalismo ha provisto a la sociedad de las condiciones necesarias para asistir a la revolución industrial (año de 1771), del vapor (1829), de la energía eléctrica (1875), del petróleo (1908) y del microchip (1970). Hoy ofrece condiciones necesarias para desencadenar una sexta revolución impulsada por el proyecto transhumanista. El transhumanismo constituye un proyecto filosófico, ideológico y político que defiende la superación de la condición biológica de las personas mediante el uso de la tecnología. Los defensores e impulsores del proyecto transhumanista consideran que esta sexta revolución tendría lugar en las próximas dos décadas (2020 y 2030).
En el marco de la investigación propuesta, y después de señalar las condiciones históricas comunes a las revoluciones tecnológicas acontecidas durante los últimos 250 años, serán estudiadas las dos fuerzas económicas que impulsan la emergencia del capitalismo biotecnológico en el presente: el «capitalismo cognitivo» y la «financiarización». Será la conjugación de estas dos estas fuerzas, alineadas con el proyecto ideológico del transhumanismo, las que permitirán comprender el capitalismo biotecnológico como aquella fase del desarrollo histórico que identifica el progreso humano con el control capitalista de la condición biológica de «homo sapiens».
La investigación establecerá un diálogo crítico con quienes han desarrollado las propuestas más exhaustivas y concretas para asegurar las promesas del transhumanismo. Se discutirán los límites de sus visiones y se mostrará la importancia de vislumbrar acciones que permitan combatir el apetito rentista del capitalismo biotecnológico sin caer en las dificultades argumentativas de las coordenadas bioconservadoras. Allí se anunciarán algunas de las claves para avanzar hacia un poshumanismo crítico, sustentado en la llegada de una «singularidad anticapitalista» que intente superar los riesgos desigualitarios y exterministas que persisten, incluso, en las apuestas del «poshumanismo socialdemócrata».
En este camino será fundamental analizar el papel de las universidades en la gestión y el control del proyecto transhumanista, indicando también cuáles serían las diferencias que podrían establecerse entre las universidades públicas y privadas. También, el vínculo que debería fijarse en relación con el impulso a una «ciencia slow» no determinada por las dinámicas y tiempos de la acumulación capitalista.
Al contrario, la llegada de una «ciencia rápida», sometida a la impaciencia de la acumulación capitalista, trae como consecuencias la pérdida de confiabilidad de los avances científicos y la imposibilidad de que todas aquellas personas que se vean afectadas por las innovaciones tecnológicas, ejerzan plenamente su derecho a participar en la discusión sobre sus riesgos y beneficios. El denominado «secreto industrial» -que es fundamental para estimular y acelerar los cambios tecnológicos- impide que las «colegialidades científicas» puedan objetar o poner a prueba las bondades y fundamentos científicos de la innovación. Además, lleva a quienes impulsan tales innovaciones a ignorar los aspectos éticos, sociales y políticos de su labor y a alejarse de la discusión pública sobre cómo sus acciones contribuyen al interés general y el bien común. Todo esto porque tales preguntas son consideradas «no científicas». En definitiva, la valorización de la ciencia deja de ser científica y social, y pasa a estar explicada por su simple promesa de rentabilidad ¿Cuál será la condición y el papel de la universidad pública en este contexto? |