* Resumen (Máx. 4000 caracteres): El Sistema Alimentario Industrial Globalizado – SAIG, ha ido de la mano de la imposición del modelo de Revolución Verde – RV, acompañado de políticas de liberalización económica, globalización cultural e industrialización, cambiando no solo los paisajes rurales, sino también la forma de cultivar, transportar y consumir alimentos (Rosset & Torres, 2016). En zonas tropicales, los ecosistemas han sido alterados por la simplificación de monocultivos dependientes de insumos externos, causando la pérdida de la biodiversidad al eliminar todas las especies que no son de interés económico, además de contaminar el suelo, el agua y el aire por el uso intensivo de petroquímicos (Schmitter-Soto, Mariaca-Méndez, & Soto-Pinto, 2016). La RV también ha llegado a los hogares a través de los alimentos de producción agropecuaria convencional y productos ultraprocesados por la gran empresa transnacional (Patel, 2012). Los imperios alimentarios, de la mano de entes multilaterales como la Organización Mundial del Comercio – OMC y gobiernos, han convertido la agricultura en agronegocio, caracterizado por la mercantilización de los productos agropecuarios, con el fin de especular en los mercados financieros, en detrimento de la alimentación (Van der Ploeg, 2010). Su esquema productivo dependiente de insumos externos hace inviable la producción a pequeña escala, lo que significa la ruina para las familias que poseen pequeñas o medianas cantidades de tierra (Calle y Gallar, 2010, Holt-Giménez, 2017). En el SAIG se ha simplificado la oferta alimentaria utilizando criterios productivistas, económicos y logísticos, por encima de la conservación de la diversidad, causando erosión genética y cultural en los territorios que han conservado su memoria biocultural por milenios (Toledo & Barrera-Bassols, 2008; Patel, 2012). Su consecuencia ha sido el cambio de las dietas, ayudado por la agitada vida citadina, marcada a su vez por el crecimiento desmesurado de las ciudades. A su vez, las nuevas dietas y la vida sedentaria han deteriorado la salud humana a través de enfermedades derivadas de una mala alimentación (Calle y Gallar, 2010; Patel, 2012). Como respuesta al SAIG, diferentes movimientos sociales, instituciones y miembros de la academia, han propuesto el concepto de sistemas alimentarios sostenibles. Sus elementos se orientan hacia proporcionar comida sana, nutritiva y a precio justo; con mínimo impacto sobre los ecosistemas; estímulo de la producción y distribución local y la protección de comunidades, agricultores y consumidores (Story, Hamm & Wallinga, 2009). Algunas construcciones posteriores involucran este sistema con la agroecología por ser una adecuada intérprete de sus principios, un sistema alimentario agroecológico, cuyas características son la minimización de pérdidas y reciclaje de recursos; mínimo uso de insumos externos; contextualidad; resiliencia; multifuncionalidad; complejidad; equidad y nutrición Vaarst et al. (2018). En este último contexto perviven en el Valle del Cauca, estructuras de agricultura familiar de pequeña escala, dedicadas a la producción con principios agroecológicos, conservando los saberes ancestrales. Las familias que han tomado la agroecología como opción de vida, buscan producir sin alterar las interrelaciones que suceden en los agroecosistemas. El resultado ha sido la conservación de la biodiversidad, la mitigación del cambio climático y la autonomía alimentaria (Ángel, Aristizábal & REDMAC, 2019). Luego de asegurar su alimento, la familia comercializa los excedentes en cabeceras municipales donde han encontrado personas conscientes del daño al ambiente y a su salud por parte de la RV. Esto les ha permitido constituirse como Red de Mercados Agroecológicos Campesinos – REDMAC realizados en 12 municipios del departamento (Ángel et al, 2019). Los elementos socioeconómicos y culturales involucrados en el proceso de la REDMAC constituyen la base de dimensión