Las emociones son importantes motivadoras de la acción política y desde el orden constitucional pueden establecer los criterios para la solución de los conflictos y lograr la estabilidad social a lo largo del tiempo. Las constituciones y el orden democrático son el reflejó de la personalidad de una sociedad (ya que precisan los derechos y deberes fundamentales en ella) e inciden en las concepciones de justicia que se materializan en los fines sociales que han de ser perseguidos. En ambos casos, la cohesión social se determina a partir de una fundamentación en emociones empáticas. Es por ello que, es importante volver sobre el estudio de las emociones y comprender la forma en que a partir de ellas se pueden estimular actitudes empáticas como la compasión y la solidaridad, entre otras, ara el fortalecimiento de la democracia en el siglo XXI. En este orden de ideas, la hipótesis de trabajo que se intentará ilustrar en un artículo resultado de investigación a ser publicado en una revista indexada es que: las emociones son motivadoras de la acción política al incrementar o desestimular actitudes morales como la justicia, la solidaridad e incluso la idea de bienestar. Por tanto, promover emociones empáticas en la sociedad, redundara en instituciones democráticas y constitucionales sólidas, que logren dar respuestas al conflicto y los estallidos sociales de descontento que afectan el orden, la institucionalidad y el Estado de Derecho. Ante lo anterior, la investigación y el artículo producto de está, tienen como pregunta problema: ¿Cómo se puede caracterizar la influencia de las emociones en el orden constitucional democrático, teniendo en cuenta la acción política, en el contexto globalizado del siglo XXI? Para validar la hipótesis de trabajo y contestar la pregunta de investigación, el artículo se adentrará en los debates sobre la relación entre las emociones, la acción política, el constitucionalismo y la democracia, el contexto de la globalización donde impera la desigualdad, la exclusión y el estallido social.