En diciembre de 2019, un nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, fue identificado en Wuhan, China como el causante de una infección respiratoria denominada COVID-19. La OMS declaró la alerta de pandemia el 12 de marzo de este año, y a la fecha se han reportado más de 700 mil muertes asociadas a esta enfermedad [1]. Además de las víctimas fatales, la COVID-19 ha tenido un gran impacto en los sistemas de salud de los países y ha agudizado problemáticas sociales tales como el desempleo, la brecha económica, la disparidad de género y la vulneración de derechos fundamentales de poblaciones marginalizadas. En estos últimos seis meses se han hecho numerosos esfuerzos globales por diseñar tratamientos para el manejo exitoso de los pacientes críticos, pero todavía no se ha logrado. Una de estas estrategias ha sido la elaboración de una vacuna segura y que genere una protección robusta y duradera. Actualmente, se están testeando 40 vacunas en ensayos clínicos humanos, y al menos 92 candidatos preclínicos están siendo evaluados en modelos animales
El desarrollo de nuevas vacunas ha demostrado ser una tarea compleja, que requiere el planteamiento de diseños in vitro capaces de caracterizar la respuesta celular y humoral de posibles candidatos antes de iniciar los ensayos clínicos. La respuesta de los linfocitos T y B, que reconocen antígenos en los organismos patógenos es la base de la producción de anticuerpos y la generación de memoria específica. Para que los linfocitos T respondan a una infección, secuencias cortas de entre 9 y 25 aminoácidos derivados de proteínas del patógeno deben ser procesados por las células presentadoras de antígeno y presentadas a los linfocitos T en moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad clase I y clase II (MHC-I y MHC-II) [2]. Por su estructura química simple y bajo costo de producción, comparado con otros tipos de antígeno, los péptidos sintéticos deberían ser más utilizados en las vacunas, sin embargo, esto no se evidencia en el caso de las vacunas para SARS-CoV-2, que, en su mayoría, están basadas en virus atenuados, viriones y polipéptidos recombinantes.
En los últimos años, la evidencia del uso de vacunas basadas en neo-antígenos tumorales utilizados para inmunoterapia del cáncer ha venido aumentado [3-8]. Si bien identificar neo-antígenos tumorales no es una tarea fácil, el desarrollo de herramientas de secuenciación de exoma y transcriptoma, las cuales analizan una gran cantidad de datos, ha permitido identificar mutaciones tumorales que están siendo traducidas, procesadas y presentadas eficientemente en moléculas MHC-I y MHC-II y utilizarlas como vacuna [9, 10].
Aprovechando estos desarrollos, en los últimos tres años, el grupo de Inmunología y Medicina Traslacional ha implementado herramientas bioinformáticas y de inmunología útiles para la identificación de neoantígenos tumorales en pacientes con cáncer de mama, los cuales están siendo evaluados como vacuna en un ensayo clínico Fase I. Teniendo en cuenta la experiencia del grupo en la predicción y evaluación de la inmunogenicidad de neo-antígenos tumorales y los beneficios de vacunas basadas en ellos, en este proyecto proponemos la validación de un sistema in vitro para caracterizar la respuesta celular a epítopes seleccionados de manera in silico del virus del SARS-CoV-2. |