Como métodos convencionales de diagnósticos para la detección de la TB, se ha usado la baciloscopia de esputo, y el cultivo de micobacteria, sin embargo estos métodos tienen como desventaja el tiempo necesario para la obtención de resultados y una baja sensibilidad lo que limita las posibilidades de detección temprana y tratamiento eficaz de la enfermedad. Por otro lado métodos de diagnóstico molecular como la PCR y los inmunoensayos han mostrado buenos resultados, pero requieren el uso de equipos y reactivos costosos, además de personal altamente capacitado para realizar los análisis, haciendo de la técnica un procedimiento robusto y consolidado en un solo lugar, imposibilitando su condición de portabilidad [1–3]. En contraste, un biosensor puede definirse como un dispositivo capaz de detectar analitos usando un reconocimiento molecular rápido, directo y específico [4]. Generalmente los biosensores están compuestos por dos elementos fundamentales: (1) un receptor biológico (como proteínas, ADN, células, entre otros) que detecta de manera específica una sustancia (analito); y (2) un transductor o sensor capaz de interpretar la reacción de reconocimiento biológico que produce el receptor y transducirla en una señal cuantificable. Además de la sensibilidad y selectividad, una de las características fundamentales que hace tan potenciales a la mayoría de los biosensores es la posibilidad de realizar el análisis de la sustancia a determinar en tiempo real y de forma directa (sin necesidad de la intervención de un marcador) [5], [6].