El mundo actual está atravesando por diversas crisis (financieras, económicas, productivas, políticas, educativas y ambientales) derivadas del vigente modelo convencional agroextractivista, que tiene a la sociedad contemporánea al borde de un colapso ecológico. No obstante, esta coyuntura contemporánea presenta enormes pero interesantes retos para la sociedad, ya que invita a una profunda reflexión que permita reconocer que para alcázar la sustentabilidad global son necesarios cambios fundamentales a gran escala en los mismos sistemas sociales que impulsan las presiones ambientales; cambios en el pensamiento dominante, las instituciones, políticas, tecnologías, prácticas y estilos de vida. Empero, esta crisis civilizatoria incita a la transición a otro modelo más sustentables con enfoques alternativos que además de mantener la productividad, reduzcan la huella ecológica de la agricultura, mejoren los servicios ecosistémicos proporcionados por la biodiversidad, a la vez que se generan agroecosistemas resilientes y productivos. De este modo, la innovación se convierte en un factor clave para abordar los desafíos que presentan los ODS (objetivo 9), como el acceso a los alimentos y la energía, la creciente desigualdad, la inclusión y el cambio climático. Pese a esto, no está claro cómo se diseñan, implementan o gobiernan las políticas de innovación dirigidas para abordar dichos retos. La solución a esta brecha no puede resolverse solo optimizando las soluciones científicas y tecnológicas individuales actuales, sino que además requiere un replanteamiento de los enfoques convencionales de la ciencia, la tecnología y la política de innovación hacia la transformación de los sistemas socio-técnicos y sus múltiples vínculos sistémicos. Por lo tanto, la adopción exitosa de sistemas alternativos como los agroecológicos involucran aspectos socio-ecológicos que se encuentran pobremente documentados tales como el valor que le otorgan los usuarios a los beneficios ecosistémicos, las relaciones de poder en torno a ellos entre muchos otros , lo que hace que la discusión entre enfoques no se base en la evidencia cuantitativa comparable de sus impactos alrededor del mundo. Por otro lado, las corrientes tradicionales del conservacionismo que giran en torno a la diversidad biológica han nublado la existencia e importancia del patrimonio biocultural de un territorio, el cual es el resultado de la praxis social a través del espacio y tiempo, con una riqueza cultural y estética única e irrepetible, la cual da un sentido de apropiación e identidad para los actores presentes en el territorio. Por lo tanto, la revalorización del patrimonio biocultural mediante la resignificación de la identidad y apropiación del territorio permitirá integrar múltiples objetivos de conservación (biofísicos y culturales) trayendo consigo diversidad de beneficios. A nivel local, esta apropiación, genera y contribuye al empoderamiento de los actores del territorio, confiriendo legitimad y sostenibilidad en el tiempo; revaloriza los agroecosistemas otorgándoles identidad a los productos agroalimentarios que contribuye al desarrollo del territorio, a la vez que genera estrategias locales de desarrollo sustentable con identidad territorial. A nivel regional (o nacional), proporciona herramientas para la discusión sobre los puntos de entrada para políticas rurales que promueven la valorización, diseño y planificación de agroecosistemas sostenibles que vayan acorde a su contexto, y en la formulación de políticas que regulen e incentiven ciertos usos y prácticas. A nivel global, aporta al dialogo en las distintas plataformas, enriqueciendo las políticas y tomadores de decisiones, además de generar externalidades positivas en todos las dimensiones. Por tanto, surge la siguiente pregunta de investigación: ¿Por qué la valorización del patrimonio biocultural puede incidir en la planificación sustentable del territorio?