El cultivo tradicional de hongos macromicetos es una técnica muy utilizada por el hombre desde la antigüedad para la obtención de cuerpos fructíferos, los cuales son consumidos no solamente por sus propiedades nutricionales sino por sus propiedades medicinales (Xu, Yan, Tang, Chen & Zhang, 2014). Actualmente su demanda ha incrementado significativamente debido a que los estudios realizados han revelado la presencia de una amplia variedad de metabolitos secundarios que pueden ser utilizados para el tratamiento y prevención de enfermedades (Suárez, 2012;Smith, Rowan, et al., 2002). Sin embargo, a pesar de que el cultivo tradicional permite obtener cantidades sustanciales del hongo, no ha sido suficiente para satisfacer dicha demanda, ya que presenta una serie de desventajas asociadas al tiempo prolongado para la obtención del cuerpo fructífero y a la dificultad para controlar las variables que influyen en el crecimiento del hongo (Tang et al. 2007). En aras de resolver estas dificultades los investigadores han desarrollado una serie de procesos biotecnológicos a través de los cuales se pueden obtener una mayor cantidad de biomasa y de metabolitos con actividad biológica en un menor tiempo (Petre & Petre, 2016). Uno de los cultivos biotecnológicos utilizados en la actualidad es la fermentación en estado sólido (FES), con la cual en comparación con el cultivo tradicional, se logran grandes cantidades de micelio en un tiempo relativamente corto. A pesar de las ventajas que proporciona este tipo de cultivo, aún existen varios inconvenientes que deben ser resueltos para convertirlo en proceso más eficiente y económicamente viable. La dificultad para controlar variables preponderantes para el crecimiento del hongo como la humedad, temperatura, pH y composición del sustrato (Petre & Petre, 2016), son tal vez las razones principales por las que este tipo de cultivo está siendo rezagado por la fermentación en estado líquido (FEL). Adicionalmente, el costo de separación de la biomasa del sustrato, la extracción y la purificación de los fungimetabolitos es considerablemente costoso (Tang et al. 2007) y compleja. Con base en estos resultados, la FEL se ha convertido en una alternativa promisoria para producir biomasa micelial y compuestos bioactivos de manera más eficiente, porque mantiene un control riguroso de todas las variables del proceso que influyen en el crecimiento de los hongos (Elisashvili, 2012) (Petre & Petre, 2016). Dicho control ayuda a determinar cuáles son los factores que tienen un mayor impacto tanto para la producción de biomasa como de metabolitos, y a su vez permite realizar una optimización del proceso (Berovic et al., 2015; Petre & Petre, 2016; Tang et al. 2007). De acuerdo a la información suministrada, este proyecto es de gran importancia debido a que contribuirá significativamente en los procesos de escalado del cultivo de hongos comestibles y medicinales para la producción de alimentos funcionales y nutracéuticos, productos farmacéuticos y medicamentos que pueden ser empleados para el tratamiento de enfermedades.