Las medidas actuales del nivel de resiliencia en las Cadenas de Abastecimiento son desarrolladas desde dos perspectivas; la perspectiva estructural, que se enfoca en valorar mediante indicadores topológicos, la resiliencia de la red ante grandes disrupciones o fallas (Random Failure or Targeted Attack), es decir, como la remoción de nodos y enlaces afecta la funcionalidad estructural de la red. Bajo esta perspectiva se encuentran indicadores como la densidad de la red, el grado promedio de los nodos, la longitud promedio de camino, la conectividad [14] o el máximo tamaño de los componentes conectados, la longitud promedio y la máxima distancia entre nodos [7], como algunos ejemplos. Desde la otra perspectiva, se tienen las medidas que parten de los criterios ajustados de la definición de resiliencia, como el costo total de flujo y el nivel total de la calidad del servicio (Resilience by Teaming) [15] o desde otro punto de vista como cambia el nivel de resiliencia al variar la producción y la capacidad de almacenamiento en los nodos proveedores o como cambia el nivel de resiliencia al variar el tiempo de respuesta de los nodos proveedores, cuando se desea valorar la satisfacción de los requerimientos de flujos y demandas [16]. Por el lado de la perspectiva estructural, se encuentra la limitación de que los indicadores topológicos solo tienen validez práctica al presentarse grandes disrupciones o fallas [15] [32]. Desde la perspectiva de los criterios ajustados de la definición de resiliencia, se encuentra la limitación de que los indicadores solo evalúan un único aspecto como medidores del nivel de resiliencia sin considerar efectos de la interacción de las disrupciones o fallas en toda la red.