La actividad física está determinada por múltiples factores demográficos, psicológicos, socio – culturales y ambientales, que pueden afectar las condiciones generales durante la niñez, la adolescencia y edad adulta, en ese sentido los estudios realizados en centros educativos son el blanco más frecuente para la implementación de programas de intervención enfocados a la creación de hábitos de vida saludable en población infantil (1). Desde diferentes enfoques se ha implementado programas de promoción y educación en actividad física, los cuales son considerados una de las variables determinantes para el adecuado crecimiento y desarrollo del niño, es por esto que las intervenciones a nivel escolar constituyen una de las estrategias más importantes para favorecer dichos procesos o enfrentar las consecuencias del sedentarismo y la alimentación inadecuada (2). Estas prácticas están direccionadas desde los primeros años de enseñanza básica que se constituyen como el periodo de desarrollo de hábitos de alimentación y actividad física, tanto en el ámbito escolar como familiar; diversos estudios han demostrado que en la población infantil existe fuerte relación entre el rendimiento físico entendido como la capacidad del niño para ejecutar tareas y el estado nutricional (2), según Llargues en 2011 tras una intervención en alimentación y nutrición en escolares se evidenció que post intervención se redujo el 62% la prevalencia de sobrepeso y se incrementó el consumo de fruta y los niveles de actividad física (3). Es por esta razón que se entiende que las necesidades de los preescolares a raíz de los cambios en los estilos de vida demandan desde la actividad física y la nutrición, una intervención basada en la modificación de los hábitos implementados desde la institución y el hogar que favorezca el crecimiento y desarrollo del niño prologando este a su vez hasta la edad adulta, previniendo así la presencia de enfermedades asociadas a la inadecuada nutrición o baja condición física.