Colombia está actualmente avanzando a pasos gigantes hacia procesos políticos, con el ánimo de tratar de poner fin al conflicto armado, el cual ha nutrido en gran parte la cultura de la violencia en diferentes regiones del país. Este fenómeno ha dejado inmensas cicatrices, dolores y resentimientos en los escenarios de vida del ser humano. No se puede negar que las manifestaciones de esta violencia a todos los niveles: directa, estructural y cultural se ha percibido de diferentes formas en todos los rincones de Colombia. Algunas han sido víctimas de la violencia directa, pero otro porcentaje alto de la población la ha sentido de forma cultural, psicológica y estructural lo cual ha contribuido a la perdida de paz personal y en muchas ocasiones se ha fortalecido sentimientos de desesperanza, negatividad y falta de fe ante el futuro de la nación.
Indudablemente las diferentes estructuras violentas insertas en la cultura de Colombia, que hacen parte de la violencia estructural (Galtung, 1969, 1981; Fisas, 2006) han limitado por muchos años las acciones de la paz en país. Este fenómeno cobra una gran importancia en este momento, donde la etapa del post-acuerdo que se está discutiendo en la habana se visibiliza más cerca que nunca. En este sentido las instituciones del estado, deben dar respuesta a la preocupación por temas como: la violencia cultural, las injusticias sociales, la corrupción, vulnerabilidad de los derechos humanos en diferentes comunidades y el problema del abandono estatal en varias zonas del país, derecho a la educación y responsabilidad por el medio ambiente, aspectos que también son compartidos por investigadores como: Villán Carlos, (2014) y Lederach, Paul. (2008). En el caso de no tenerse un análisis crítico y desarrollo de políticas claras al respecto, sería una amenaza para la construcción de una verdadera Cultura de Paz en la fase de posconflicto en Colombia. En este sentido el papel de los investigadores al interior de las universidades, serán transcendentes en el marco de analizar los orígenes de los anteriores problemas expuestos y proponer nuevas alternativas que contribuyan a la disminución de estos fenómenos sociales en pro de una paz sostenible en el país.
En esta dirección, se podría pensar que es un buen escenario para que la sociedad en general una sus esfuerzos para consolidar los lazos de la fraternidad, solidaridad y fe en las potencialidades que poseen cada uno para hacer las paces, desde sus diferentes roles sociales, en una etapa de posconflicto adelantado, ello tiene su importancia ya que siguiendo la tesis de Infante Márquez << (
) Con frecuencia, las estrategias de reconstrucción posconflicto solo se concentran en resultados económicos y políticos a corto plazo, por lo cual los componentes sociales de la recuperación se dejan para una etapa posterior>> ( 2013: 226).
La consecución de una paz sostenible en el planeta, requiere de nuevos paradigmas y formas de pensarla; de una manera muy especial, exige cambios en la visión y desarrollo de los proyectos educativos estos deben incluir el entendimiento de un ser humano en formación, que está dotado de un gran potencial para cambiar todos los días pensamientos, actitudes y comportamiento en pro de una convivencia armónica con el otro (Sánchez Cardona, 2015).
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