IMÁGENES DE LA EVASIÓN
Las transformaciones silenciosas (Julien, 2010) socavan al sujeto de la razón: por una nimiedad, éste se da cuenta, por ejemplo, de que su rostro no coincide con el de la foto de hace veinte años. O, de repente, nos damos cuenta que la silla está vacía, y que el ser querido -extrañado en cuanto ausente- no es tanto un des-aparecido cuanto un inexistente ya. O, por un acontecimiento azaroso, alguien se ausenta de sí mismo, se arrebata e incursiona en la pálida región de la locura y es tomado por el delirio, el silencio, la errancia o la inercia insondable. O, paulatinamente, el poeta se convierte en el hermano inseparable de las cosas mudas, y no se expresa más que a través de ellas, hasta el punto en que las palabras mismas serán cosas: sonoras o visibles, espectrales o matéricas. Darse cuenta permite pues devenir otro, y ello se manifiesta en un acto creativo, o en un acto de subjetivación de la pérdida, del duelo, de la vejez, de la muerte misma; o también en una fuga hacia otro modo de ser del lenguaje y de la ausencia.
Según el sinólogo francés, ese caer en la cuenta sería el acto en el que el sujeto de razón -que procede como agente de la buena voluntad y de iniciativa- se descubre intempestivamente en condición de ser otra cosa, de ser proceso: erosión, transformación, alteración, agua, luz, color. Darse cuenta es transitar silenciosamente de la iniciativa a la situación. Es la experiencia del entre, de la nota media, del paso, del intermedio, del tono neutro
la cual es difícil de ser pensada en occidente por cuanto está consagrado -desde Platón y Aristóteles- al Ser, es decir, a la esencia y a la identificación, ahogando así la transformación, que se corresponde, a su vez, con la modificación y la continuación, de modo que no se agote el curso. Pero esa experiencia silenciosa no es privativa del taoísmo ni de las demás prácticas espirituales orientales o preplatónicas; también en Occidente -subterráneamente a la metafísica y al espíritu sistemático- se dan condiciones propicias para ella, particularmente, en:
1. El carácter sintomático, virtual e intermitente de la imagen en la obra de Bram van Velde y James Turrell
2. La meditación poética de las cosas, tal como acontece en la obra de Francis Ponge, José Ángel Valente y Peter Handke
3. La elaboración literaria en torno al vínculo inextricable entre deseo y duelo, en Marguerite Duras, Arthur Schniltzer y Kenzaburo Oé,
4. La correlación moderna entre escritura y locura: Marguerite Duras, Robert Walser y Maurice Blanchot. |