Los bosques cubren aproximadamente el 30% de la superficie total del planeta y cumplen una función esencial en la vida en el planeta tierra. Por ejemplo, son esenciales para la regulación atmosférica de CO2 y O2, la conservación del suelo, la regulación del ciclo hidrológico, y al mismo tiempo proporcionar un hábitat para muchas especies y productos útiles (Vega, et al., 2012). Los incendios, en cierta medida, pueden llegar a beneficiar los ecosistemas forestales , sin embargo, los incendios pueden amenazar gravemente el entorno subyacente cuando no están controlados o cuando los ecosistemas forestales no están adaptados al fuego (Sousa, 1984). Los incendios forestales o de coberturas vegetales están entonces considerados entre los eventos con mayor cantidad de efectos ambientales sobre los bienes naturales , por la contaminación directa del aire deterioro y reducción de las coberturas vegetales, destrucción de hábitats y paisajes, desprotección del suelo y contaminación indirecta del agua, que resultan causantes indirectos de riesgos en áreas suburbanas. En el interés de conservación y búsqueda de sostenibilidad de la calidad de los suelos agrícolas y forestales, como también para la recuperación de suelos degradados y/o desertificados y la mitigación del cambio climático, se posiciona como hecho primordial el desarrollo de indicadores bioquímicos y microbiológicos de la calidad del suelo constituye el eje central de las investigaciones referentes a las áreas afectadas por sucesos de incendios. Por dicho motivo, la búsqueda, el uso y la aplicación de los indicadores de la calidad del suelo se han intensificado en las últimas décadas, debido a la necesidad de preservar este recurso no renovable e indispensable para la vida humana, ante el deterioro creciente. La selección de los bioindicadores se ha dirigido, fundamentalmente, a conocer el efecto de los usos aplicados y el curso de la rehabilitación de los suelos degradados o contaminados. Los grupos que integran la mesofauna edáfica son sensibles a las perturbaciones naturales y antrópicas del medio, las que provocan cambios en su composición específica y su abundancia, y ocasionan la pérdida de especies y de su diversidad, con la consiguiente disminución de la estabilidad y la fertilidad del suelo. Por ello la mesofauna edáfica es considerada como un buen indicador biológico de su estado de conservación (Socorrás, 2013). El interés despertado por este tipo de eventos, se ha acentuado debido a su posible aumento de recurrencia, y su correlación con el calentamiento global y el cambio climático a nivel mundial y local. La ocurrencia de los incendios forestales puede estar aumentando en regiones claramente ecuatoriales y relativamente húmedas como el caso de Colombia y del Valle del Cauca, donde se consideran antropogénicos o de causas antrópicas, es decir, su aparición está directamente relacionada con actividades humanas (no necesariamente intencionales) en cerca del 95% de los casos. Estas actividades básicamente son: adecuación de terrenos para el establecimiento de: pastizales y cultivos (ampliación de la frontera agropecuaria), minería y apertura de caminos, construcción de edificaciones. La comunidad asentada en zonas rurales, trabajadores, visitantes y turistas de las zonas de ladera y de aptitud forestal, posiblemente son los actores sociales más responsables en la generación del daño; Desde las competencias ambientales en la gestión integral de este riesgo y de prevención, la Corporación Autonoma del Valle del Cauca (CVC) y la Universidad Nacional de Colombia, Sede Palmira, orientan sus esfuerzos en primera instancia a evitar los incendios forestales, lo que requiere ubicar cartográficamente su ocurrencia, identificar las causas específicas regionalmente y generar un cambio de actitud institucional y personal, que promueva una transformación de la conducta dominante, en este caso frente al uso del fuego por parte de esos actores sociales.