El papel que puede jugar el método fenomenológico en el estudio de las psicopatologías parece haber ganado mayor reconocimiento en las últimas décadas, como lo evidencia los estudios alrededor de la esquizofrenia. Para ver la validez de este hecho sólo hace falta señalar que ya existen hasta la fecha cuatro acercamientos fenomenológicos a la esquizo-frenia; me refiero a los de Minkowski, Blankenburg, Kimura y Sass. Estas posturas, aun-que tengan núcleos comprensivos distintos entre sí, tienen como mínimo dos rasgos en común: primero, todos ellos abordan la esquizofrenia recurriendo (únicamente) a los re-gistros (orales, pictóricos y escritos) que los pacientes hacen de sus experiencias. Y segundo, sólo hablan de la corporalidad cuando el paciente habla de su cuerpo; esto es, el cuerpo vivido sólo aparece en dichas posturas fenomenológicas cuando el síntoma esqui-zofrénico tiene al cuerpo como objeto.
Estos dos hechos adquieren importancia cuando se reconoce que dentro de las posturas fenomenológicas, tales como las de Merleau-Ponty (1945), Sheets-Johnstone (2011) y la del mismo Husserl (2000), se considera que el cuerpo vivido tiene un papel principal y fundamental dentro de la experiencia del mundo, de los otros y de sí mismo. De este modo, estos autores rechazan toda versión del dualismo cartesiano, gracias a que, a fin de cuentas, todos ellos consideran que el ser humano es y (sólo es) cuerpo vivido. Esto lleva a preguntarse: ¿por qué dicho papel fundamental parece ser olvidado dentro de los estu-dios fenomenológicos de la esquizofrenia?, ¿por qué para llegar a una comprensión feno-menológica de la esquizofrenia no se busca observar la actitud corporal de los pacientes? En suma, ¿por qué no hay un intento de evidenciar que la esquizofrenia, en cuanto es un problema del ser humano, es un problema del cuerpo vivido? |