Sin cocina me tengo que mostrar al mundo de otra manera, como quedé después de la despedida: un cuerpo rodeado de objetos mudos. Una mirada que ya no ve sino el vacío. El montaje parte de mi pregunta por la transformación de la relación con el acto de cocinar de una persona obligada a cambiar de país. El hallazgo de objetos heredados en mi casa, me impulsó a unir la memoria de la cocina deliciosa, divertida y variada, con un espacio donde la preparación del alimento es una experiencia mecánica, una cadena de producción cuyo desenlace es un acto caníbal… Me tengo que poner mi cuerpo como si fuera un vestido que no me casa. Los pies me duelen, el hombro izquierdo traquea, la piel tiene erupciones, me sobran pedazos. Este traje no parece el mismo que me quité antes. Mi cuerpo ha cambiado con mi huida. La espalda está tensa, hay un abultamiento en la parte inferior derecha, las muñecas duelen al empuñar las manos, los dedos hormiguean. Algo pasa con mi lengua, no retiene la humedad. Tengo peladuras en la boca. Tengo alergias y asma. Se me cae el pelo. Manchas en las mejillas. He engordado diez kilos. Mis encías sangran. Principios de prolapso intestinal: Heces con manchas rojas; Una verruga en la nariz. Me arden los ojos. Yo me estoy alistando para el sacrificio. Yo voy a ser ofrecido en este altar. Yo voy a desaparecer, voy a ser comido. Me debo convertir en receta. En una suma de ingredientes.