Los beneficios tangibles e intangibles que brindan los ecosistemas estratégicos (EE) superan cualquier valoración económica o monetización. Ejemplo de esto son las playas de arena, que proveen múltiples servicios ecosistémicos (SE) y son reconocidas a nivel global por su importancia para el turismo, la economía, la protección costera con atenuación de energía de las olas, almacenamiento y transporte de sedimentos y hábitat de biodiversidad (Schuhmman y Mahon, 2015). Las playas de arena son de vital importancia para las comunidades de la Isla de San Andrés, ya que son uno de los principales atractivos turísticos motor de la economía en múltiples sectores tanto formal como informal y comunitaria (Prato y Newball, 2016).
Identificar el conocimiento de la comunidad sobre sus ecosistemas es sumamente importante para ejercer mayor sensibilidad y control ciudadano sobre el territorio y las decisiones de manejo ambiental. De esta manera, el presente proyecto busca a través del intercambio de saberes, generar un mecanismo de innovación social que empodere a diferentes sectores sociales de la isla de San Andrés para mejorar el conocimiento y reconocimiento de su territorio. Este empoderamiento es necesario dada la alta vulnerabilidad de las islas oceánicas tanto a eventos climáticos extremos como a los impactos generados por industrias como el turismo. Estas dinámicas conducen a cambios rápidos a nivel socio-económico e inclusive biofísico y obligan a tomar medidas de manejo ambiental de forma rápida. Conocer detalladamente el territorio y su dinámica ayudará a mejorar la toma de decisiones.
La cartografía, considerada a la vez como un arte y una ciencia aplicadas a la representación del espacio, es una de las múltiples herramientas que se tiene para narrar espacios y territorialidades. Desde siempre los mapas, definidos como representaciones gráficas que facilitan una comprensión espacial de las cosas, conceptos, condiciones, procesos o acontecimientos del mundo humano (Brotton, 2012), han sido vitales para crear una visión de nuestro entorno a partir de nuestra posición en él. Sin embargo, aunque se suele validar la información cartográfica como una verdad absoluta e incuestionable, la realidad es que, lejos de ser objetos estrictamente científicos, los mapas son completamente subjetivos y responden a ideologías y necesidades concretas cargadas de historia y de esperanzas.
Mapear los ecosistemas estratégicos de la Reserva de Biósfera de manera colectiva (comunidad-academia), implica la ruptura de las cartografías clásicas desde otras narrativas que buscan dar una propuesta sobre el espacio (y no un simple reflejo de este), a través de un aprendizaje de doble vía. La comunidad de las islas del archipiélago, beneficiarios inmediatos y directos de los servicios ecosistémicos que prestan bosques de manglar, praderas de pastos y playas, son también los principales conocedores de sus dinámicas y de su relación histórica con ellos. Es por esto que implementar herramientas de innovación social colectiva permitirá un entendimiento más integral del territorio, esencial para la formulación conjunta de estrategias de protección y recuperación de estos ecosistemas.
El intercambio de saberes, habilidades y experiencias se convierte en una oportunidad para crear una red de conocimiento sobre el territorio insular, involucrando la visión y percepción de diferentes sectores sociales para construir una representación holística de su verdadera complejidad y permite tomar oportunamente decisiones con base en información científica, social, económica y cultural. Los pastos marinos, los bosques de manglar y las playas, son un ecosistemas estratégicos, toda vez que proveen importantes servicios ecosistémicos, captan y retienen sedimentos, contribuyendo a la protección de la línea de costa, a la recirculación de nutrientes, captura y almacenamiento de carbono azul, y a la mitigación de la erosión costera, entre otros. |