-- En la antigüedad se interpretó como loco aquella persona que se inscribía fuera de los bordes de lo normal o se salía de las normas éticas y morales de su sociedad o del régimen visual, es decir de la cosmovisión que lo configuraba dentro de un territorio simbólico. Las expresiones “estar loco” o “ser loco” vienen de unos supuestos ligados a las creencias propias de la época en la que se trataba de dar respuesta o dar un horizonte de sentido. En unos casos se buscaba dar un tratamiento. Lo anterior, vulnerando casi siempre la dimensión humana, espiritual, moral y la existencia propia del sujeto “loco-enfermo”. En esta perspectiva, los juicios de valor que han brotado durante siglos dan cuenta de la complejidad del asunto. La historia de la locura es una historia llena de contradicciones, de hipótesis erróneas, de teorías falsas dentro del mismo campo de la medicina. Lo anterior, conlleva a la preeminencia de unos conocimientos sobre otros. Es así que hay un interés particular por transitar por los sentidos a través de múltiples dimensiones del lenguaje plástico, un trayecto sensible desde el dibujo a la pintura, de ahí a la escultura y a la instalación, despliegue sensible que deja ver espacios entre espacios, tiempos que envuelven otros tiempos y escenas y tras bambalinas como un metateatro dispuesto a la experiencia múltiple.