La gulupa pertenece a la familia Passifloraceae, a la cual también pertenecen otros frutales de interés comercial como la granadilla, maracuyá, curuba, cholupa y badea. El cultivo de la gulupa ha adquirido gran importancia a nivel comercial por la demanda de su fruto en mercados internacionales principalmente por sus propiedades organolépticas y en la acumulación de compuestos secundarios con potencial medicinal (Zibadi and Watson, 2004; Ichimura et al., 2006; Jiménez et al., 2011; Melgarejo, 2012). De acuerdo a datos de ASOHOFRUCOL de 2017, el cultivo de gulupa ha venido creciendo a una tasa del 8.5%; el año pasado se registraron 1191 hectáreas sembradas.
El cambio climático ha producido un gran número de transformaciones en cuanto a la distribución y abundancia de especies (Thomas et al., 2004), teniendo que en el Siglo XX el aumento de la temperatura fue el más fuerte del último milenio (Jump and Penuelas, 2005). Las predicciones del aumento de la sequía en latitudes medias y altas concuerdan con modelos basados en aumento de gases de invernadero y con variaciones inducidas por el fenómeno de El Niño (Dai, 2013). Teniendo en cuenta estos escenarios se hace perentorio la descripción y análisis de los mecanismos respuesta de las plantas al déficit hídrico (Ahuja et al., 2010).
Para gulupa, la información sobre la respuesta a estrés por déficit hídrico es poca y en algunos casos contradictoria (Carr, 2013). Teniendo en cuenta la importancia de este frutal, su proyección en el país producto de exportación y los escenarios de cambio climático, es importante iniciar esfuerzos en la descripción de los mecanismos principales de respuesta de esta planta a estrés hídrico con el objetivo de proveer herramientas para la evaluación del desempeño de genotipos y la generación de plantas más robustas frente al cambio climático. |