En una puesta por superar la crisis civilizatoria, una suerte de ethos amerindio (Huanacuni 2010,Acosta 2008) que establece una “visión holística a cerca del objetivo de todo esfuerzo humano, que consiste en buscar y crear las condiciones materiales y espirituales para conseguir la vida armónica” (Viteri, 2002), es asumido por las recientes constituciones de Bolivia y Ecuador como el eje articulador de las mismas, bajo las nominaciones de Sumaq Qamaña y Sumak Kawsay, traducidas como buen vivir o vivir bien. Esta investigación parte de la base de que el Buen Vivir no es fruto de la reciente consagración constitucional, ni es exclusivo de los pueblos indígenas andinos, y que está ligado a la definición de Ley de Origen, traducción que han recibido los principios orientadores de la convivencia de las comunidades indígenas, en su necesidad por asimilar el lenguaje jurídico político en su entendimiento con el Estado. Por esto se propone un estudio de derecho propio que permita la comprensión del Buen Vivir como discurso y práctica social dentro de una comunidad indígena amazónica determinada, realizando aportes al “Paradigma Originario” (Huanacuni 2010), revisando su afinidad con los conceptos de postdesarrollo (Escobar 2009) y biocentrismo (Gudynas 2009). Un estudio transversal, que parte de la esfera local de la comunidad, pasa por los espacios de representación de las organizaciones indígenas, y culmina en la esfera constitucional. Diseñado así, para comprender la interacción entre estas distintas esferas, la comunión de un régimen de derecho indígena propio y el régimen oficial constitucional y sus implicaciones en el reconocimiento jurídico político del Buen Vivir.