El maíz (Zea mays L.) es una de las principales fuentes de alimento de nuestra región y es uno de los granos alimenticios más antiguos que se conocen (FAO 2001). En Colombia este se cosecha solo en dos épocas del año, por lo cual los agricultores lo almacenan con el fin de asegurar su sustento en la época de no cosecha, sin embargo en este periodo el grano de maíz es atacado por insectos, causando pérdidas de diferente índole según el nivel de infestación en el lugar de almacenaje. Pingali y Pandey (2001), identificaron los diversos factores, bióticos y abióticos, causantes de pérdidas en la producción y almacenamiento de maíz a nivel mundial. Como resultado de su investigación encontraron que la infertilidad del suelo y los insectos poscosecha, son los dos factores que en igual magnitud son responsables de las pérdidas de entre el 70 a 95% de la cosecha, cuando las condiciones de cultivo y almacenamiento son deficientes. Entre estos insectos poscosecha se encuentra Sitophilus zeamais, el principal responsable de estas pérdidas en maíz almacenado, debido a su mayor tendencia a volar y a que una pequeña infestación inicial puede dañar en pocos meses una gran cantidad de granos almacenados. Este se alimenta del grano, causando pérdida de peso, reducción de la germinación y de la cantidad de nutrientes, haciendo que su cotización en el mercado disminuya. Además estos contaminan el grano con sus deposiciones, cuerpos o parte de los mismos (FAO 1993) Este insecto denominado comúnmente como gorgojo del maíz, se ha venido controlando con insecticidas químicos, lo que ha generado resistencias en estos y ha causado un desequilibrio ecológico, contaminación ambiental y un aumento en el costo de manejo de los cultivos (Jairo et al. 1996), además la utilización de estos compuestos químicos también implica un riesgo para la salud del consumidor y del agricultor. Esta problemática afecta en mayor medida a los pequeños agricultores, quienes siembran pequeñas áreas de maíz solo para su sustento y el de sus animales y por ende no tienen un lugar de almacenamiento adecuado como los grandes productores. No obstante algunos campesinos de ciertas regiones como el macizo colombiano, han utilizado plantas para controlar estos insectos, teniendo excelentes resultados (com. pers), entre ellas esta Calea glomerata Klatt, un arbusto con amplia distribución en la zona, pero cuyo uso es limitado, ya que este tipo de conocimiento etnobotánico no se difunde eficazmente entre comunidades y además no está estandarizada la forma de uso. Por falta de estudios en la planta muchas veces es utilizado inadecuadamente y no produce los resultados que se esperan y por ende no se ha podido controlar este insecto en la región a pesar de tener la solución muy cerca de ello. Estos campesinos no son partidarios de la utilización de insecticidas químicos en sus alimentos, algo que es importante de mantener, pues estos insecticidas solo agravan el problema y su utilización inadecuada es un riesgo para la vida de estas familias. Como consecuencia los agricultores de esta zona solo obtienen pérdidas en el cultivo de maíz, pues este y otros insectos poscosecha se come lo poco que logran salvar de la cosecha, ya que este cultivo también es afectado por otros animales que dañan la planta o se comen la mazorca en el lugar de siembra. Por ello algunos agricultores han optado por comprar el maíz que necesitan para su sustento y el de sus animales, antes que sembrarlo (com. pers.), perdiéndose semillas de gran diversidad genética, que indígenas y campesinos han conservado de generación en generación a través de la siembra tradicional de maiceras.