Las anémonas (Cnidaria: Anthozoa: Actiniaria) representan una rama ancestral en el árbol de los animales. Con alrededor de 1.200 especies, los miembros de este orden tienen una estructura corporal simple consistente en un pólipo con dos capas germinales y un conjunto limitado de características morfológicas útiles para determinar sus relaciones. Gracias a las técnicas de secuenciación de alta precisión y bajo costo, se han identificado las relaciones principales entre cinco superfamilias en tres subórdenes, pero las relaciones entre las anémonas a un nivel más detallado aún permanecen poco definidas (Rodríguez et al., 2014). El conocimiento de la historia evolutiva de un grupo específico de familias embebidas dentro de la superfamilia Metridiodea, el clado ABG, es muy escaso. Compuesto por 20 especies distribuidas en tres familias (Aliciidae, Boloceroididae y Gonactiniidae), este conjunto no fue reconocido como estrechamente relacionado hasta hace poco tiempo, y cada familia se consideraba enigmática y difícil de vincular con otros linajes (Rodríguez et al., 2014). La presencia de rasgos pedomórficos, es decir, características juveniles persistiendo en la adultez, junto con pérdidas secundarias de rasgos clave utilizados en los análisis morfológicos tradicionales, alguna vez se interpretaron como evidencia de que algunas de estas especies pertenecían a grupos "primitivos" emparentados con el resto de Actiniaria (Carlgren, 1924; Duerden, 1902). Sin un marco filogenético claro, investigar los mecanismos evolutivos dentro de este clado sigue siendo un desafío. Es por esto, que la confirmación de las relaciones filogenéticas a través de análisis morfológicos y moleculares es fundamental, ya que no solo nos da luces sobre la taxonomía del grupo, sino también moldea nuestra comprensión de los procesos evolutivos dentro de este grupo.