Este proyecto es un viaje íntimo hacia las calles, los sonidos y las texturas del barrio El Perdomo, el lugar donde crecí y donde aprendí lo que significa habitar. A través de una cartografía barrial construida no con mapas rígidos, sino con memorias afectivas y rastros sensibles, recojo las huellas que mi barrio ha dejado en mí y en quienes lo habitan.
En este recorrido, se hacen presentes las grietas de un territorio en transformación: la gentrificación silenciosa que empuja, las despedidas de vecinos que se van, los muros que se levantan mientras el tejido social se deshace, y la creciente preocupación individual que va dejando los patios y las esquinas vacías.
En medio de este paisaje que se mueve, he comprendido que quizás este es también mi momento de partir. Pero, ¿qué me llevo conmigo? ¿Cómo se habita un lugar que empieza a quedarse atrás? En este tránsito, me abrazo a la idea del cambuche, esa arquitectura improvisada y autoconstruida que sostiene a los barrios del sur de Bogotá, hecha con puertas viejas, tejas rotas y afectos encontrados. El cambuche se convierte aquí en un espacio simbólico: un refugio portátil, un lugar que se lleva adentro.
Este proyecto no busca cartografiar un barrio en su geografía convencional, sino en su geografía afectiva: los objetos, las memorias, las ausencias, los gestos mínimos que aún sostienen la vida comunitaria. Una exploración sensible sobre el acto de habitar, resistir y partir. |