Vivir, morar son definiciones conexas a la actividad del habitar. Habitamos para ser, hacer y estar en el espacio, y lo primero que buscamos es atender es la necesidad de abrigo en condiciones de habitabilidad, lo que expone un estado de latencia, de producción permanente del espacio. No obstante dos vertientes sobre la noción de habitabilidad: (1) cualidad de habitable, y en particular la que, con arreglo a determinadas normas legales, tiene un local o una vivienda de la (Real Academia Española), y que es tomada en la práctica por las políticas de habitación desde el cumplimiento de estándares de habitabilidad sin debatirlos; (2) conjunto de condiciones físicas y no físicas del espacio, que permiten la permanencia humana, su supervivencia y en un grado u otro, la gratificación de su existencia (1981), de Alberto Saldarriaga en su artículo sobre cantidad vs calidad en la aproximación al problema de vivienda, enfoque que poco se refleja en las políticas habitacionales al respecto de pensar la vivienda y las áreas residenciales. La vertiente (1) se mide por los atributos del ambiente residencial que se construyen desde un rango de estándares determinados y la (2) por los atributos con los que el residente connota un espacio como habitable o inhabitable, desde la posibilidad que el espacio ofrece para que su hábitat sea acorde a sus necesidades, gustos, deseos y capacidades (Mejía, Mónica. Del Discurso de vivienda al espacio de residencia, 2006). |