El proceso pictórico es el detonante para evocar sensaciones, percepciones del paisaje el cual se habita o que se desea. En un primer momento es la seducción que ejerce el paisaje como motivo de contemplación; pero en un segundo momento, hay algo que va más allá de la percepción estética e intervienen las sensaciones y percepciones producidas por el contexto socio/político contenidos en el paisaje habitado. Violencia, guerra por territorio, narcotráfico y confrontación entre ideales políticos. El espacio en este sentido se vuelve ajeno; deja de ser un bello paisaje primaveral para convertirse en una atmósfera densa e impenetrable. Sumergido en un caos social el paisaje deja de ser un asunto de placer visual; se percibe oscuro, convulso, manchado, abismal. El contexto social se convierte en una barrera que impide ver claramente y ya es el cuerpo el que percibe y evoca un nuevo paisaje, atravesado por sensaciones que nacen de la incertidumbre de vivir en un territorio difuso, convulso, caótico, vertiginoso, telúrico. Un paisaje que nace de la desazón. Este Proyecto busca revitalizar la pintura siendo consciente de su enorme pasado y de su actualidad en aspectos atemporales del pensamiento frente a temáticas como el paisaje, el caos y lo sublime con técnicas tradicionales que mantienen su vigencia en el tiempo.