-Desde hace algunos años me he propuesto estudiar la diversas maneras de proceder en la escultura. He tratado de descubrir cuáles son las variables constructivas y formales que hacen que un objeto escultórico se concrete. Y además, me he preocupado en observar de qué manera el espectador se relaciona con esta materia dispuesta en el espacio de exhibición. Mis acciones han sido discretas y me han ayudado a comprender la existencia del vacío en cada una de las operaciones que he emprendido desde entonces. La existencia de los bordes o limites es el hallazgo mas reciente que ha ocupado mi atención, poniendo en evidencia la presencia del vacío en su interior. A éste límite lo llamamos piel, como superficie mas próxima de nuestro cuerpo hacia un espacio exterior, o lindero para circunscribirlo como un espacio doméstico. Se dibujan fronteras para delimitar un espacio geográfico y de esta manera hacernos sentir que pertenecemos a ese lugar. En cada situación, los límites se perciben como sutiles umbrales permeables, resistentes y elásticos, que develan un contenido y una forma. En mi experiencia como artista lo mas interesante después de construir limites artificiales o fronteras temporales, ha sido descubrir que el vacío puede habitar cualquier espacio circunscrito, haciéndose visible como aire contenido. He descubierto que el vacío aparece al interior de nuestro cuerpo en el primer respiro que damos al nacer. Me he hecho consiente de su potencial, cuando lleno de objetos cualquier espacio destinado como hogar. Y también lo he descubierto espontáneamente en una esquina del barrio, en una playa soleada y hasta en el desierto olvidado. Esta evidencia del vacío no podría develarse de otra manera, sino gracias a la aparición de huellas o improntas que quedan dibujadas en las paredes que lo contienen. Las marcas plasmadas sobre las superficies me generan un extrañamiento y dificultad en su lectura; en tanto las percibo como el negativo de esa materia que habitó en un tiempo pasado esos limites. Así como Giuseppe Penone intuyó que el río se encarga de labrar las rocas que arrastra de la montaña, podríamos agregar que el agua como fuerza invisible que habita el paisaje puede dejar un rastro sobre la superficie configurando la existencia de ese algo que también denominamos espacio negativo. Me dispondré a encontrar los materiales apropiados para el calco de esta rocas, estando muy atenta a no perder el carácter de levedad e invisibilidad que ha caracterizado mis últimos trabajos.