En 1998, el francés Didi Huberman, publicó sus reflexiones sobre Lo que vemos y lo que nos mira, en tanto en 2003, el estadounidense W. J. T. Mitchell preguntó abiertamente ¿Qué quieren las imágenes?; en 2010, el alemán Horst Bredekamp reconoció que las imágenes actúan, hacen cosas y no las representan, en la cotidianidad mediática, política, en la guerra, las ciencias y el derecho, y para sostenerlo escribió su Teoría del acto icónico. Un par de años antes, en 2008, el también alemán Hans Belting se propuso, desde Florencia y Bagdad, imaginar una Una historia de la mirada entre oriente y occidente. Y en 2016, luego de tantas imágenes online y offline y de nuevos activismos, Nicholas Mirzoeff, también estadounidense, se preguntó ¿Cómo ver el mundo? y propuso en 2019 un syllabus colectivo y en línea que tituló: Todos los monumentos deben caer. Para todos ellos no fue suficiente la imagen que habitaba la historia del arte, sino que fue la imagen utilitaria, supersticiosa, productiva, decorativa, hechizada, médica, popular, fantasmagórica, animista, queer, pobre, de protesta y manifestación, la que vino a su encuentro. Sólo en ese encuentro, a estos autores, hombres, académicos, educados, con vocabularios especializados y de mundos poderosos, se les concedió el permiso para sus nuevas filosofías, epistemologías, metodologías y teorías de la imagen. Nuestro proyecto trata crear y conocer con las imágenes, en estos momentos de emergencias, aprendiendo lo que estamos aprendiendo: que lo humano no era el centro, y que los seres que llamamos humanos nunca fueron tod@s l@s de la misma especie; que otro conocimiento es posible reconociendo las agencias de las especies no vivas y de las vivas no humanas, a la vez que las autonomías técnicas. Una imagen es lo que llamamos mundo, en el bolsillo de una conchera, donde la sal, el agua y la humedad conviven con ella de la misma manera que con la imagen, donde el cuerpo de la imagen, de la mujer y de la cocha son de la misma especie, se alteran, se dañan, se desgastan de la misma manera y al mismo tiempo. El intercambio incesante imagen cuerpo ocurre en el laboratorio médico, en sala de la rezandera y en el centro terrestre que monitorea los registros satelitales, así como en las cárceles cuyo interior abandona las rejas con el auxilio de los celulares familiares que los llevan a las redes sociales. En ImáGENES EN REDadas, vamos al encuentro con las imágenes, a aprender con las comunidades y las diversas especies, en las cárceles, en los hospitales, en las minas, en altamar, en el firmamento, en los cambuches y laboratorios, en las bases aéreas, durante el día o la noche, en microscopios y con telescopios. Imágenes que no nos mirarán sin la compañía de es@s interactores migrantes, indígenas, afrodescendientes, desplazados, campesinos y biológicos que comparten ecologías materiales, afectivas, políticas, técnicas, cognitivas y legales, en imágenes. El encuentro con una imagen es con esa ecología que solo sucede en compañía, y con esas imágenes que nos encuentren crearemos otras imágenes que pondremos en nuevas redes tecnomediadas-urbanas-acádemicas- con la convicción política de que se junten a las reclamaciones de autonomía, gobernanza, inclusión de las distintas especies y a las reparaciones locales y planetarias.