La delimitación del territorio según sus usos es una necesidad fundamental para cualquier estado, y normalmente depende de políticas e intereses públicos y privados más que de la información efectivamente disponible para tomar una decisión sustentada. Si bien existen infinidad de criterios para tal delimitación, publicaciones recientes (Corzo et al. 2010, Xavier et al. 2015) evidencian que, en el contexto megadiverso del norte de Sudamérica, el criterio principal para tomar una decisión de delimitación, conservación o uso, es taxonómico: cuáles especies, presentes en dónde y conviviendo con quién (como indicativo de sus amenazas) son representativas unos hábitats –que normalmente se asocian a ecosistemas o paisajes-- que valdría la pena conservar. Responder estas cuestiones implica un conocimiento profundo tanto de las áreas habitadas por las especies de interés como de las características propias de dichas especies, el cual es aún pobre en el Neotrópico (Bello et al. 2014). Es por ello que se han identificado grupos biológicos indicadores, que por sus características fisiológicas, ecológicas y evolutivas pueden reflejar la historia los ecosistemas que habitan. Un grupo indicador ampliamente utilizado son los anfibios, debido a su alta dependencia del agua o humedad ambiental, a su vulnerabilidad a cambios ambientales de temperatura, pH o a la contaminación y a su fidelidad a diversos hábitats y microhábitats. Un análisis reciente de la información bibliográfica disponible en los últimos años (Arbeláez-Cortés, 2013) muestra que, ni en cuanto a la taxonomía de las especies indicadoras ni en lo concerniente a la distribución de las mismas, se ha publicado la mínima información que se requeriría para sustentar declaratorias de áreas de conservación o figuras de uso sostenible o extractivo, y menos de especies particulares. Más aún, si se considera a los anfibios como indicadores de salud de los ecosistemas, el desconocimiento de su diversidad críptica y de sus distribuciones reales hace irrelevante e imprecisa la poca información disponible en países como Colombia para tomar cualquier decisión sustentada de uso y manejo del grupo y de sus áreas. Por tanto, si la extensión de presencia y el área de ocupación son criterios decisivos para la inclusión de una especie en una categoría de riesgo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), determinar con exactitud de qué especie se trata, el alcance y los límites de su distribución es fundamental para tomar decisiones sobre su estatus poblacional y, en último término, sobre su futuro. Y esta primera delimitación taxonómica es básica para saber cómo interactúan las especies dentro de determinada área y cómo el hábitat garantiza la permanencia del conjunto, de forma que se pueda establecer la pertinencia de una delimitación geográfica y en ella, definir usos y tomar decisiones de manejo. Con esta propuesta se espera llenar el vacío filogeográfico y taxonómico existente para especies modelo de anfibios ampliamente distribuidos en las tierras bajas del norte de Sudamérica con énfasis en Colombia, donde bajo un único nombre se esconden varias especies con características biogeográficas, ecológicas, evolutivas, fisiológicas y morfológicas diversas, y que por tanto tienen requerimientos de hábitat particulares. Para ello se utilizarán análisis de filogenética, filogeografía comparada, genética de poblaciones y modelamientos de distribución de especies (MDE) sobre seis especies de ranas de la familia Hylidae. El desarrollo del trabajo sentará las bases para una mejor planificación de la conservación y la gestión de prioridades de investigación basadas en poblaciones de anfibios modelo. La fase I se centrará en tres especies de Scinax de tierras bajas de Colombia. En cooperación con el instituto Senckenberg, este proyecto será presentado a las becas de investigación bilógica del DFG, Fundación Alemana de Investigación Científica a mediados del 2017.