Un arboretum es una plantación dedicada a cuidar, conocer y estudiar diferentes especies de árboles y arbustos. Funciona como una colección viva, donde las plantas, inventariadas y catalogadas, contribuyen a la educación ambiental, la investigación científica y el cuidado de las zonas verdes en espacios urbanizados.
Desde la década de 1970, se inició en los alrededores del Instituto de Ciencias Naturales la siembra de diversos árboles, hasta formar un arbolado enriquecido con especies nativas y exóticas. Hoy este arbolado hace parte del patrimonio institucional de la Universidad Nacional de Colombia, normado a través del Consejo Superior Universitario e inscrito dentro del Sistema de Gestión Ambiental. La protección y uso de este espacio se enmarca en la Política Cultural y Natural Universitaria. Como patrimonio científico y cultural, el CSU, mediante Resolución 630 (1/10/1986), honró la memoria del doctor Francisco Bayón, y bautizó con su nombre el arboreto que se encuentra en las áreas verdes que rodean el edificio 425, donde laboran el ICN y el Museo de Historia Natural.
Francisco Bayón (1817-1893), médico y naturalista, trabajó como botánico consultor del Gobierno Nacional y evaluador de los trabajos botánicos de la Comisión Corográfica. En 1867 se vincula a la Universidad Nacional de Colombia dirigiendo las cátedras de Botánica, Jilología y Farmacognosia; adicionalmente, entre 1869 y 1870, fue director de la Escuela de Ciencias Naturales. Bayón es autor del primer libro publicado en el país sobre la madera y sus propiedades: Ensayo de jilología colombiana o clasificación y descripción de las maderas colombianas (Bogotá, 1871).
Este Arboretum hace parte del complejo de planificación y gestión del arbolado urbano de la Sede Bogotá, en el marco de la sustentabilidad ambiental de la misma, con la que el campus se articula a la estructura ecológica principal de la ciudad. Como área dentro del Sistema de Gestión Ambiental, el arboreto responde a la necesidad de valorar el árbol para mantener individuos sanos y longevos que cumplan la función para la cual fueron plantados. Todo ello desde ópticas tan variadas como: 1. la presencia persistente del árbol como elemento vivo y patrimonial; 2. la siembra y mantenimiento del árbol que evite daños, lesiones y controle sus enfermedades; 3. la creación de espacios verdes naturales que dejen de percibirse como amenazantes y contribuyan a mejorar la calidad de vida; 4. el rediseño y gestión de los espacios verdes ligados al sistema edicial de la Sede; y 5. el árbol como elemento cultural de gran importancia en el desarrollo de la sociedad.
Referencia:
Santiago Díaz Piedrahita, "Notas para la biografía de cuatro botánicos bogotanos del siglo XIX", Rev. Acad. Colomb. Cienc. 20,76 (1996): 111-19.
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