La alta incidencia de la epilepsia en la población mundial ha llevado a la Organización Mundial de la Salud a clasificarla como un tópico de interés prioritario como problema internacional de salud pública [1]; además por la necesidad de aumentar el acceso a los tratamientos ya que 7 de cada 10 personas que padecen epilepsia no son tratados y alrededor del 80% son pacientes en países en vía de desarrollo. Por otra parte, sólo el 70% de la población afectada responde de manera positiva a los tratamientos farmacológicos y la población restante podría requerir de tratamientos quirúrgicos para lograr el control de los episodios a través de la extirpación de los tejidos lesionados o de la estimulación eléctrica del nervio vago [2]. Un tipo de anormalidad en los tejidos causante de epilepsia se conoce como displasia cortical focal, y consiste en una malformación sobre la corteza cerebral. Los pacientes con estas condiciones son generalmente resistentes al tratamiento con fármacos [3], lo que dificulta la planeación y el tratamiento orientado a la reducción de crisis. En Colombia, según el Plan Decenal de Salud Pública 2012­2021 (PDSP), la epilepsia es la cuarta causa de morbilidad sentida más frecuente con un 2.8%, ocupando el mismo lugar que la diabetes y solo con casos de hipertensión y enfermedades del corazón por encima de esta. En cuanto a la morbilidad atendida, el 76% de los casos son ocasionados por enfermedades crónicas no transmisibles; las primeras 20 causas ocasionan 280 años de vida saludable perdidos por cada 1000 personas. Esta lista es encabezada por enfermedades neuropsiquiátricas, depresión, trastornos bipolares, esquizofrenia y epilepsia, por encima de cardiopatías hipertensivas y discapacidades causadas por accidentes y lesiones [18]. Y es que si bien las enfermedades neurológicas no son la principal causa de muerte, sí se trata de las que más causan incapacidad y reducción en la calidad de vida de los pacientes y del núcleo familiar. Al final de este proyecto los especialistas en neurología contarán con una herramienta que determinará de manera automática la localización de displasias corticales, para poder proceder con la planeación quirúrgica y la remoción del tejido anormal. Se espera que con esto, además de aumentar la confianza en el diagnóstico, se aumente el porcentaje de éxito de realizar un procedimiento quirúrgico para el control de las crisis; se espera que el proceso pueda ser realizado en un tiempo de cómputo aceptable para introducir la técnica a la rutina médica y se espera que los resultados sean tan intuitivos que el especialista médico requiera la menor capacitación en el manejo del sistema.